Otra importante variable en la ecuación fueron unas emulsiones para el celuloide más sensibles y rápidas que permitían rodar en interior sin necesidad de iluminación profesional, reduciendo además el tiempo de positivado.
Combinando todo esto con la grabación de audio directa, tenemos como resultado tomas muy naturalistas, en las que la cámara puede seguir a los actores y éstos no tienen que posar ni preocuparse tanto por la iluminación, lo que cambia por completo el paradigma interpretativo.
Por resumir, si la pintura de tubo sacó a los artistas de sus talleres permitiéndoles pintar al natural, el advenimiento tecnológico de los 50s permitió a los cineastas hacer con su arte exactamente lo mismo. ¡Habemus cine de bajo presupuesto!
El otro gran factor determinante en el triunfo de la Nouvelle Vague fue el público. Se calcula que a finales de los 50s, el 75% de los espectadores de las salas de cine tenía menos de 25 años, y las personas de ese rango de edad estaban cansadas de ese “Cinéma de Qualité” tan académico que les resultaba anticuado y más propio de su generación predecesora.
Si en el CuervoZine 4 os hablé de los trucos de bajo presupuesto que utilizó Sam Raimi durante el rodaje de “Evil Dead” y que luego heredarían los hermanos Cohen, los integrantes de la Nouvelle Vague tampoco se quedaban atrás a la hora de usar la imaginación en pos del ahorro.
Por poner un ejemplo, Godard rodó gran parte de su frenética “Al Final de la Escapada” (1960) paseando a su operador de cámara en una silla de ruedas (y es que la Steadicam no se inventaría hasta 1976).
¿Qué ocurría mientras en EE.UU? Pues la llegada de la televisión a los hogares americanos estaba dañando seriamente a una industria cinematográfica que se afanaba por distinguirse de su competidora doméstica. Siguiendo este intento, se desarrollaron nuevas tecnologías como el Cinerama, el CinemaScope, el Todd-ao, el VistaVision, los 70 milímetros, el sonido estéreo o el 3D. Aún así, estas costosas innovaciones no acababan de cuajar, y Hollywood estaba de capa caída. Para la revista Life esos años fueron “la década horrible de Hollywood” (Artículo “Amid Ruins of an Empire”, ejemplar del 10 junio de 1957 disponible en digital en la web). Para salir del atolladero, la industria echó un ojo a lo que ocurría en el viejo continente y empezó a desplazar la autoría de sus películas del estudio hacia los directores y directoras. No se puede decir que dicha influencia fuese exclusiva de la Nouvelle Vague. En Italia, el Neorealismo había llegado antes con autores como Roberto Rossellini o Luchino Visconti, pero el influjo francés fue innegable. De hecho, a este movimiento se le conoce como la “American New Wave” (traducido como “Nueva Ola Americana” ¡ja!) y es un maravilloso tema que me guardo para un futuro artículo. Cabe resaltar que las influencias son bidireccionales, dado que en Francia eran muy admirados directores americanos como Hitchcock, a quien a mediados de los sesenta entrevistaría François Truffaut dando origen al libro de cine más famoso del mundo: El cine según Hitchcock (1966).