Leonard vino a este mundo de mierda que le vio nacer —y morir desnudo y tirado en un gélido baño— el 13 de octubre de 1925 en Mineola, Nueva York. Granjero, combatiente, “falso” homosexual, amago de sacerdote, estafador y comediante. Pasaré de puntillas sobre su infancia y adolescencia, que incluye el divorcio de sus padres cuando contaba con cinco años y un puñado de hogares de distintos parientes con los que tuvo que convivir debido a ello. La cándida adolescencia se fue para no volver y durante años trató de ganarse la vida como uno más en el mundo del espectáculo, alternando entre burdas imitaciones, chistes de secundaria y guiones de dudosa consistencia. Quizá Lenny Bruce estaba destinado a perderse entre las apáticas reseñas de periódicos locales sobre cómicos de baja estofa y talento distraído. No sabemos si más adelante trató de ser diferente al no triunfar o no triunfó en sus inicios por ser diferente. Nunca se sabe, amigos; al menos sobre aquéllos artistas que jamás alcanzaron el escenario popular y se perdieron por algún callejón o arrojados en los asilos.
Años más tarde, tras dejar Nueva York y Brooklyn, fue sacando brillo y filo a su lengua mientras sus compañeras de local afinaban maquillaje y lencería antes de salir al escenario a que sus cuerpos invadieran un puñado de pupilas y entrepiernas. Al presentar a las strippers, Bruce dispuso de la oportunidad de trabajar en sus monólogos, vomitando todo aquello que llevaba en la mochila. Nadie le iba a tapar la boca en esos locales del “subsuelo social”, donde seguramente había más microbios que glamour —aunque Lenny y nosotros sabemos que muchas veces el glamour se deshace por putrefacción interna— . Estamos hablando del año 1954 y nos situamos en el Valle de San Fernando, California, donde compartieron suelo los Tataviem y la CBS. Ya se había casado con Honey tres años antes, en Baltimore, a la que curiosamente “retiró” —a pesar de su desprecio por la farisea moral pública reinante— para que no continuara ganándose la vida como mejor sabía. La conoció enfundada en bengalina y tacones, trabajando como —bingo— stripper. Para ser justos con él habrá que sentenciar que no cayó en su propia hipocresía al decir «TODOS queremos una mujer que pueda ser al tiempo una catequista y una puta de 500 dólares». En estos clubes Lenny era libre y mordaz, insultante y mezquino, agresivo y “vulgar”; y así fue como su estilo fue evolucionando y su método y su maquinaria verbal iniciaron una carrera desenfrenada para convertirle en un francotirador. Nada se libraba de la telescópica de Leonard: jazz, filosofía moral, política, patriotismo, religión, leyes, razas, aborto, drogas, los hijos de las divorciadas con las que ligaba, las pollas, los negros, el aborto, la zoofilia, el Ku Klux Klan, y los judíos. No cabe duda de que parece un buen material de partida para llamar la atención en los Estados Unidos de los 50.
Clubes oscuros, humo, sudor, mucha moqueta, hielo y copas, suciedad, atmósfera densa, barras como refugio, dedos repicando en una mesa y miradas perdidas tratando de enfocar hacia otra vida. No tuve la suerte de estar allí, pero el azar y Garci pusieron delante de mis ojos hace años la maravillosa película —Lenny, 1974— basada en su autobiografía y dirigida por Bob Fosse —Cabaret, All That Jazz—, en la que Dustin Hoffman hace la que, a mi juicio libremente subjetivo, es la mejor interpretación de su carrera. Juraría que destilaba admiración mientras jugaba a ser ese sátiro granuja y retador. Tranquilos, no veréis un biopic al uso de estos días, edulcorado y “prudentito”. Es áspero como la lengua de un gato.
Lenny fue un gran maestro del Stand Up Comedy, lo que en España es conocido como «los monólogo», pero de otra raza superior. Con los años fue fundiendo lentamente persona y personaje, y ya no eras capaz de distinguir si en sus actuaciones hablaba de su intimidad o de la vida privada y avergonzada de América. Su arte era un vehículo perfecto para sentar en el banquillo las miserias políticas y sociales de un país y las fisuras de una supuesta libertad que se iba haciendo añicos ya por la segunda sílaba. Despreciaba la censura, pero más si cabe la autocensura, ésa que le da a las palabras poder, violencia y brutalidad ¿Por qué no repetir la palabra “negro” —nigger, nigger, nigger!!!— hasta que pierda su poder ofensivo y degradante?
Poco a poco se fue haciendo más popular y polémico, subía su caché, grabó varios discos y amontonaba actuaciones — una de las más famosas, su actuación en 1961 el Carnegie Hall de Nueva York, grabada y editada en tres discos bajo el título de The Carnegie Hall Concert— .Pero entre su público empezaron a contarse más policías que civiles. Fueron llegando los arrestos por blasfemia y obscenidad; también por posesión de drogas. Detenido por tenencia de narcóticos en una época en la que con sus palabras disparaba contra una sociedad narcotizada. Quizá alguna vez pensara que el peor arresto es la mancha que la sociedad vierte sobre tus actos; Louis C.K. lo sabe. A sus actuaciones incorporó una parte novedosa: la lectura comentada de sus juicios, como si de unas Obras Ejemplares se tratara.
«La información hace más fuerte al país. Necesitan un idiota que les diga cuándo se equivocan. Por favor, no se lleven mis palabras»
Lenny no era divertido ni cómodo; no como cuando veías en Paramount Comedy a Dani Rovira. Sólo apareció en la televisión en seis ocasiones, algo totalmente lógico y coherente en alguien tan molesto para el sistema y el negocio. Imagina que estás plácidamente sentado en tu salón, después de acostar a los niños y un “titiritero” comienza a hablarte sobre la gonorrea o imitando a un escolar de 10 años diciendo “en clase dimos diez minutos de geografía y cincuenta de mamada” —al hilo del arresto que se produjo sobre dos maestros homosexuales en un colegio de la América profunda—. En los años 60. Y ahora también.
No deja de ser sorprendente que temas como éstos sigan candentes casi sesenta años después. El mundo parece estar dividido de forma simplista y asquerosa entre ofensores y “ofendiditos”, y si te da por pensar y no le tienes miedo a la palabra, date por jodido: estás entre los seres más despreciables que esta estúpida y meapilas sociedad puede albergar. La corrección política, el pensamiento reinante, la sensibilidad impuesta e impostada, la tribu, la corriente, el like… ¿Be different, my friend? Y una polla.
Un tipo que vio varias veces interrumpida su libertad por obscenidad no pudo ver cómo la foto de su cadáver fue expuesta de la forma más obscena posible. Una asfixiante y amarga tarde de agosto de 1966 Lenny fue encontrado en el suelo del baño de su domicilio de Hollywood Hills, desnudo, tan desnudo como vino Leonard al mundo; y las venas llenas de agujeros, morfina e incomprensión. En la lengua aún tenía la punta de un dardo bañada en veneno fresco disfrazado de palabras.