Jacqueline du Pré tras el visillo

Mi vecina Mari tiene un torrente de voz que ya quisieran muchas flamencas. Yo la primera aunque de folclórica tengo solo los caracolillos de Estrellita Castro que se me forman en los pelillos de la frente. Admito que al principio me costó acostumbrarme. Al chorro de voz de mi vecina, digo. Y es que con un carácter así una no sabe a lo que atenerse. Lo mismo te pide sal que se caga en tus muertos, pero el tono es el mismo excepto por ligeras variaciones. A veces me quedo mirándola absorta tras el visillo. La veo asomada por la ventana, envuelta en su bata de borreguillo, despotricando a diestro y siniestro con el brazo y el dedo índice extendido. No te miento si te digo que su performance me parece que está a la altura de la de una estrella de rock. Mi vecina es una fusión de Iggy Pop, Loles Vázquez, Janis Joplin y Jacqueline du Pré. ¿Cómo?, ¿la Du Pré rockera? Sí, sí, así como suena. Las actuaciones de Jacqueline eran puro rock and roll. Y si no échale un ojo a este concerto grabado a finales de los años sesenta.

Bueno, vale. No es que se vaya a poner de un momento a otro a arrancarle la cabeza a un murciélago pero no me negarás que esa forma de tocar tiene cierto magnetismo. Parece por momentos eléctrica, como desencajada de su carcasa de muchacha cándida e inocente. Curiosamente, Jacqueline pasó a la historia no sólo como una de las violonchelistas más prestigiosas del siglo XX (su interpretación del concierto para cello de Edward Elgar es considerada por la crítica como referencial y por algunos, definitiva), sino que a menudo se la recuerda como una especie de ser de luz caído del cielo. «A pesar de todo nunca perdió la sonrisa». He de confesarte que este tipo de comentarios que leo a menudo sobre ella me producen dentera. El «a pesar de todo» se debe a la esclerosis múltiple que le fue diagnosticada con tan solo 28 años y que le impidió continuar con su carrera musical. La esclerosis lateral amiotrófica o ELA es una enfermedad autoinmunitaria que afecta a las neuronas motoras del cerebro y la médula espinal. Quizá te suene por ser la misma enfermedad que padeció Stephen Hawking, pero a diferencia de él Jacqueline no solo necesitaba poner en funcionamiento su extraordinario cerebro para continuar con su oficio de violonchelista, sino también la capacidad de movimiento en sus músculos. Algo que fue perdiendo progresivamente a medida que la enfermedad avanzaba. Volviendo al manido comentario de la sonrisa estoica. Es cierto que Jacqueline tenía una apariencia dulce, recatada y risueña. Justo los atributos clásicos asociados al ideal femenino. No puedo evitar preguntarme qué se diría de ella hoy en día si su personalidad en el escenario, mucho más visceral y gamberra, hubiera sido la dominante en todas las facetas de su vida. «La gente te pone como ejemplo de valentía, ¿te sientes así?», le llegó a preguntar Christopher Nupen en una de las últimas entrevistas que Du Pré concedió a la BBC, siete años antes de su muerte. «No, ni hablar, hay gente que en peores circunstancias lo lleva mejor que yo». ¿Qué se diría de esta virtuosa del violonchelo si en lugar de dar una respuesta rayana a la santidad se hubiera apoderado de ella el espíritu de bestia parda que lograba articular a través de la música? «Mira, no, valiente no me siento. Lo que estoy es hasta el mismísimo…». Ya, algo así parece impensable en boca de una mujer con rostro angelical y en silla de ruedas. Especialmente por lo último. Es como si se nos cortocircuitara el cerebro al asociar enfermo y mal carácter, aún peor si la enfermedad es terminal o incapacitante. Esperamos de quien está jodido que mantenga su sufrimiento para sí, a ser posible en un contenedor hermético y apartado para que no nos huela. Pareciera que la confirmación del padecimiento de otro ser humano —de alguien a quien quizá hasta hace dos días echábamos el brazo por cima camino del bar— nos resultara insoportable. Suficiente tenemos cada uno con nuestras propias miserias como para que las quejas, la mala pipa o los ayes de un enfermo nos amarguen el día. Sí, entiendo esa postura. Pero, ¿no te da un ligero repeluco vivir en un mundo en el que se espera de quien está al borde del precipicio que aguante la sonrisa de selfie incluso después de haberse despeñado? No sé, no sé. Serán cosas mías.

Al parecer el concerto para cello de Edward Elgar, que Jacqueline interpretaba magistralmente, fue uno de los últimos trabajos del compositor británico. «Todo lo bueno y agradable, lo limpio, fresco y dulce se ha ido para siempre», escribió Elgar por aquel entonces, en un estado de desánimo y profundo abatimiento en medio de la Primera Guerra Mundial. La capacidad de Jacqueline para conectar con las emociones de Elgar, tan alejadas de su supuesta alegría y buen humor inalterables, era para algunos extraordinaria y de difícil explicación. Sin duda la comunicación entre ambos era sobrecogedora, casi escalofriante. Pero quizá resulte mucho más fácil de entender teniendo en cuenta que la creación artística surge a menudo de la necesidad de dar salida a determinadas emociones, que por decoro o instinto de supervivencia no nos atrevemos a expresar abiertamente al mundo. ¿Qué exabruptos tratabas de hacernos llegar a través de las cuerdas de tu cello Jacqueline? Trato de resolver el enigma mientras pongo agua a calentar y oigo de fondo a mi vecina Mari. Sus chillos se entremezclan con la música de Elgar. Si esto no es rock and roll que se me aparezca Ozzy Osbourne ahora mismo por esa puerta.

Jacqueline du Pré

OTRAS HISTORIAS

Nouvelle Vague. La Resistencia en contra de la dictadura de los grandes estudios

La Nouvelle Vague es una corriente cinematográfica que nace a la sombra de una revista llamada Cahiers du cinéma (cuadernos de cine), fundada en 1951 por André Bazin. Esta publicación reclutó en su origen a los miembros de dos famosos cine-clubes parisinos (¿saben los jóvenes presentes lo que son los cine-clubes?): el “Objectif 49” y el “Ciné-Club du Quartier Latin”…

Blade Runner

Blade Runner… ¿Sueñan los humanos con paraísos tecnológicos?

La primera vez que visioné Blade Runner me recuerdo a mí mismo siendo muy joven, fascinado frente a la pantalla de un televisor cuyo arcaico tubo catódico filtraba como un agente extraño, imágenes de esa impactante anomalía audiovisual, que dejaría impresionada a perpetuidad su impronta en la retina de mi propia memoria Voight-Kampff…

No soy tu negro

No Soy Tu Negro

Hoy es mi primer día de clase en una nueva escuela. Recorro el camino que conduce hasta ella rodeada por una multitud furibunda, aullante, que me increpa y escupe a cada paso que doy…

La Favorita

La Favorita. Un film de época de lo más actual

En un panorama cinematográfico como el que nos ha tocado padecer, obsesionado con contentar a las grandes y uniformadas masas de audiencia, la pervivencia en el circuito mainstream de una figura como la del director Yargos Lanthimos resulta no sólo meritorio, sino incluso excepcional…

censura

Cine y Censura

La sala, a oscuras. En la pantalla, una cueva, un niño entre los sudores de un día caluroso y el nacimiento de su sexualidad. Un joven se lava frente a él, desnudo, mostrando sus atributos ante la cámara…