The Presidents of the United States of America, diversión en la ciudad del desencanto

PUSA

Me imagino la siguiente escena. Seattle, un viernes cualquiera del año 1994. En alguna de las zonas verdes de la universidad, un grupo de jóvenes se encuentra pasando el rato antes o después de volver a clase. Quizá haya alguna camiseta de manga corta con el muñequito de Pearl Jam sobre una de manga larga, alguna camisa de leñador y quizá algún gorro de lana en la cabeza de alguno de los chavales. Uno de ellos ofrece plan: “¿Alguien se viene esta noche al Crocodile? Hay concierto de una banda que se llama The Presidents of the United States of America”. Alguna cara de sorpresa acompañada de media sonrisa entre los presentes. “Me han dicho que tocan con un bajo de dos cuerdas y una guitarra de tres…” (a las caras de sorpresa se le añade alguna de extrañeza), “…y que tienen un tema dedicada a un gato en el que se tiran media canción maullando”. Desconcierto y cierto estupor entre el grupo de chavales. Alguno de ellos piensa que él no está para ese tipo de gilipolleces musicales e ignora la propuesta. Algunos sonríen. Y quizá haya alguno de los presentes que piense para sus adentros que ya era hora de algo de diversión entre tanto grupo depresivo y bajonero. Lo piensa pero no lo dice, no sea que los colegas le miren mal, aunque seguramente vaya al concierto esa noche a ver quienes son “esos presidentes”.

Seattle es conocida en U.S.A. como la ciudad de la lluvia y también como la ciudad del café (origen de la franquicia Starbucks). Seguramente son dos cosas que tienen cierta vinculación entre sí y con lo que os voy a contar. Creo que no descubro nada si digo que el panorama musical de la ciudad a comienzos de los noventa, no era precisamente la alegría de la huerta: desencanto social, apatía, existencialismo, insatisfacción y frustración personal llevada al extremo y depresión. Todo ello acompañado de guitarras fuertemente distorsionadas, potentes baterías, rabia y cierto espíritu punk. En definitiva, todo lo que un jovencito confuso necesita. Así fue como caímos muchos atrapados en el grunge. A esa edad y en esa fase de tu vida era más fácil agarrarse a la supuesta profundidad existencial de gente como Lanegan, Vedder o Chris Cornell que hacerse fan de unos tipos que maúllan o le dedican una canción a los melocotones.

A finales del año 94 y principios del 95 estábamos en la fase de caída del grunge. Kurt Cobain ya había muerto. El foco musical estaba virando hacia Reino Unido y el brit pop. Aún así, en esos meses se publicaron el Vitalogy y el Mirror Ball de Pearl Jam, Whiskey for the Holy Ghost de Mark Lanegan, el homónimo de Alice In Chains, Superunknown de Soundgarden, My Brother in the Cow de Mudhoney o los dos primero discos de Sunny Day Real Estate. Y todo esto sin salir de Seattle. No parece que los músicos de la ciudad andasen muy animados todavía por allí.

En este contexto, en marzo del año 1995 se publica “The Presidents of The United States Of America”, primer álbum de la banda homónima y seguramente uno de los discos de rock más divertidos que tengo en mi colección y que a día de hoy sigue sonando fresco. Apareció la diversión en la ciudad del desencanto de la mano del archifamoso Lump, canción que hizo mundialmente famoso al grupo y sin la que quizá hubiesen quedado en una anécdota. A veces hay que pagar el peaje de que tu tema suene hasta en la sopa y pueda incluso llegar a resultar un tanto cansino por sobreexposición.

Una manera de ver el nacimiento y éxito de aquella banda sería la de la paradoja: “mira tú que en la ciudad de la depresión musical va y sale uno de los discos más divertidos de aquellos años”. Yo prefiero quedarme con otra lectura: The Presidents of U.S.A. nacieron en Seattle precisamente como consecuencia lógica y reacción al exceso de seriedad, pretenciosidad, intensidad y desgarro emocional de la música de la ciudad durante aquellos años. Y que conste que soy fan de casi todas aquellas bandas, pero la escucha habitual de aquellos discos y la asistencia a los conciertos en la ciudad debía ser directamente proporcional al consumo de antidepresivos. No hace falta recordar cómo han acabado muchos de aquellos músicos. No sé cuál fue la motivación inicial de la banda, pero me imagino a Chris Ballew, Dave Dereder y Jason Finn diciendo algo así como “vamos a hacer que la gente de esta ciudad se divierta un rato escuchando música y viniendo a los conciertos”. Por cierto, que algo de esto mismo había también en el primer disco de Dave Grohl con los Foo Fighters ese mismo año.

we’re not gonna make it / no no we’re not gonna to make it / ‘cuz there’s a million better bands / with a million better songs / singers who can drum / and singers who can sing / deep in my heart i do believe / we’re not gonna make it / no no we’re not gonna to make it / cuz’ we don’t have the talent / and we don’t have the time / and we don’t have the patience / and we don’t know how to rhyme

Esta era una de las canciones del álbum y parece una evidente declaración de intenciones. Además si veis las fotos de la banda que aparecen en el vídeo, se evidencia claramente la vocación del grupo. Encontradme si sois capaces dos fotos de Pearl Jam, Alice In Chains o Nirvana en aquella época sonriendo, haciendo caritas o poses divertidas. Solo los Mudhoney podrían ofrecernos algo parecido.

Hay una tendencia en el mundo de la música que lleva a infravalorar a los grupos y discos divertidos. En las listas de “lo mejor de…” siempre aparecen “grandes obras”, complejas, poéticas, intensas, imaginativas, con mensajes “profundos y trascendentes”, con una vocación de emocionar, subyugar o avasallar emocionalmente al oyente. Como si hacerle pasar un buen rato con buena música y sin grandes pretensiones no tuviese el mismo mérito. Pasa un poco también en el cine. “Obras menores”, dirían algunos. Así que muchos considerarán que The Presidents of U.S.A. eran simplemente unos tipos simpáticos que hacían música divertida. Y es cierto, la diferencia es que para ellos eso les coloca en un segundo o tercer plano y para mí no.

En el repaso hecho a Youtube para ir ilustrando musicalmente el artículo no he encontrado videoclip sin cachondeo, ni actuación en directo en la que ellos y el público no estuviesen pasándoselo en grande.

Algunos en este momento me podéis decir que me estoy pasando un poco. Que seguramente no toda la música de Seattle de aquella época era un catálogo de deprimidos, enrabietados y desencantados. Que las escenas musicales tan concentradas en un lugar hacen que desde la distancia parezca que en esa ciudad y en esa época todo el mundo estaba en la misma onda musical. Puede que haya algo de eso, pero la realidad es pocos grupos sobrevivieron al tsunami del grunge. Si buscas en Google “bandas de Seattle” la primera entrada que te sale es “grunge”.  Y las siguientes más de lo mismo. Podría haber aparecido en la búsqueda Jimi Hendrix o más las más recientes Band of Horses o Fleet Foxes, que son de allí, pero ni rastro en las primeras páginas de búsqueda. Así que si hacías música en Seattle en aquella época y no era grunge, lo llevabas claro. Pero de todas formas hago un breve repaso para que no luego digáis. Hay una banda de aquella escena que siempre fue un poco por su cuenta. Eran (y son, porque todavía andan en activo) Mudhoney. Algunos de hecho los consideran un tanto aparte del movimiento. Por allí también andaban The Posies, un poco a lo suyo aunque no completamente alejados de la influencia musical del grunge, The Model Rockets (estos sí con un espíritu algo más “festivo”) y Sunny Day Real Estate (pioneros del emo y si cabe aún más depresivos que los propios grunges). También estaban las Bikini Kill, a cuya cantante, amiga de Dave Grohl, se atribuye precisamente la frase del mayor éxito del grunge cuando dijo que Kurt olía a espíritu adolescente. Seguro que nos dejamos a alguno por el camino, pero volvamos a Los Presidentes.

En aquel primero y estupendo primer disco de The Presidents of USA tenemos todo tipo de fauna (gatos, ranas, arañas, lagartijas, pájaros…), millones de melocotones, gente que quiere estar desnuda y ser famosa, un hombre viejo sin dientes sentado en su porche e historias de amor atípicas y alejadas del drama. Hay sentido del humor, cero pretenciosidad, muchas ganas de que el oyente se lo pasase bien y ninguna intención de amargar a nadie con problemas o conflictos emocionales. Tenemos rock y punk rock, espíritu frat, power pop e incluso rollo redneck y hillbilly. Por allí estaba el archifamoso Lump, una versión de los MC5 y un puñado de estupendas y cortas canciones que en 37 minutos te han dejado como nuevo y con ganas de más. Podríamos decir que esa colección de de temas es la antítesis del que fue uno de los discos más importantes de ese mismo año y que también nos encanta, el hiperbólico Mellon Collie And The Infinite Sadness de los Smashing Pumpkins. Como la cosa fue bien, Los Presidentes aprovecharon el tirón y al año siguiente publicaron “II” (título acorde con la línea del grupo). Perdíamos el factor sorpresa y quizá un poco de frescura irreverente, pero mantenía bastante bien el nivel y era otra buena y divertida entrega.

Todavía había otro elemento más de ruptura con respecto a las bandas de su ciudad que tenía que ver con los instrumentos y con el sonido del grupo. Sobre todo en su primer álbum, los Presidentes tenían un sonido peculiar, aparentemente poco procesado y con un rollo “cacharerro” y amateur que indudablemente contribuía a la sensación de frescura del grupo. Más próximo al garage y al punk, que al hard rock y el metal que marcaba el sonido pesado y ultraprocesado de las guitarras y baterías de los grupos de grunge. Seguramente contribuía a ello la característica más singular del grupo, de la que no sé si os habéis percatado en alguno de los vídeos: Los Presidentes tocaban con un bajo de dos cuerdas y una guitarra de tres. Más concretamente Chris Ballew tocaba el bassitar y Dave Dereder el guitbass. Se trata de guitarras modificadas, el primer caso con solo dos cuerdas gruesas para funcionar como si fuese un bajo (aunque no lo era) y en el caso del guitbass para tener solo tres cuerdas. Así que si os fijáis, en las canciones a veces es difícil distinguir el sonido de un bajo tradicional claro y limpio. Resulta que la idea surge del gran Mark Sandman, líder de Morphine, otra banda de los noventa con sonido singular y con el que Dave Dereder había trabajado.

Si después de todo esto, algunos os estáis preguntando qué fue del grupo después de esos dos álbumes y dos o tres años de éxito os diré que han tenido idas y vueltas y una actividad inconstante pero que les ha dado para publicar hasta 4 discos más, el último y probablemente el más recomendable de ellos en el año 2014 (Kudos to you). En los otros siempre encontraréis un puñado de buenas canciones y el mismo espíritu de diversión del que hemos hablado, pero para un servidor no están al nivel de los dos primeros.

Os he dejado lo mejor para el final. Pensad durante un instante cuál sería el lugar más apropiado para que tocasen The Presidents of the United States of America, quitando La Casa Blanca. Pues sí, debajo de las cabezas de los presidentes de los Estados Unidos de América, en el monte Rushmore. Estaba claro y la MTV, que por aquel entonces no solo hacía mierdas, se puso a ello. La calidad de imagen no es la mejor, pero sí la de sonido y los 21 minutos que dura reflejan lo que era esta banda e ilustran muchas de las cosas que os he contado en este artículo.