TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle

TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle

Travis Bickle es taxista en Nueva York, una de las ciudades más pobladas, desquiciadas, sórdidas e icónicas del planeta. Travis es un tipo solitario que recorre la ciudad y es testigo de primera mano de la podredumbre que inunda sus calles. Travis es como Dante, transitando un infierno de carne, humo y neón, en compañía de ese otro Virgilio que es su taxi, ataúd de metal ambulante. Son los años 70 y el mal campa a sus anchas: corrupción, drogas, prostitución. Travis habita en la ciudad del pecado. Pero él no es como el resto de los neoyorquinos. Él tiene una meta, un plan para acabar con toda la escoria. Y está dispuesto a acometerlo aunque le vaya la vida en ello, pues cuando ponga fin a tanta locura, él mismo intentará, infructuosamente, auto-inmolarse en un gesto final de catarsis.

Este es el resumen, con sus dosis de pleitesía y lirismo, de un guión escrito con las tripas y en el tiempo inaudito de dos semanas, por el guionista Paul Schrader a finales de la década de los 70 del siglo pasado, fruto de una crisis existencial que casi acaba con su vida, y que el cineasta Martin Scorsese, genio en la representación de ambientes de marginalidad urbana, convirtió en pieza cinematográfica, para escándalo y delirio de muchos de sus espectadores. Como resultado, “Taxi Driver”, una obra maestra tan inquietante como un callejón oscuro y maloliente, y tan corrosiva como el odio.

TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle 1
Trío de ases: Paul Schrader, Martin Scorsese y Robert De Niro.

Se ha dicho por activa y por pasiva que “Taxi Driver” es un film atravesado por el existencialismo. El propio Schrader lo confirma en las innumerables entrevistas y conferencias que ha otorgado desde entonces, al contar que una de sus lecturas recurrentes en la preparación previa a la escritura del guión fue “La náusea” de Jean-Paul Sartre. Podemos corroborar su confesión por el hecho de que los protagonistas de ambos relatos escriben un diario personal en el que vierten muchas de sus tribulaciones y zozobras personales. Sin embargo, “Taxi Driver” parece más el producto de un delirio psicológico que una reflexión metódica y estructurada y es que, paradójicamente, cuanto más se aplica una mirada razonada a las motivaciones y acciones de Bickle, más ilógicas e irreflexivas parecen. Como le dice Betsy, el personaje interpretado por la hermosa Cybill Shepherd, en su primera cita: “eres pura contradicción”.

No creo que Bickle, como postulan algunos, sea una fuerza primaria de la naturaleza, un psicópata en toda regla, ni que se ciña a ninguna prescripción psicológica establecida, porque Bickle es un contenedor de todas las ansiedades que acosaban a su creador en el momento de su concepción. Lo que es seguro es que la creación de esta historia ejerció en Schrader un efecto sanador. Para el hombre desorientado y destruido que era en ese momento fue un ejercicio de terapia al que se le pueden sonsacar muchas de las neurosis y patologías del ciudadano moderno. Ese que somos tú y yo, querido lector.

TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle 2
Travis Bickle, un hombre solitario deambulando por las calles de una ciudad atormentada.

Bickle – De Niro, De Niro – Bickle. Nunca se había logrado una fusión tan perfecta entre un personaje y el actor que lo interpreta. Lo cual, en el caso de Robert De Niro es mucho decir, pues en su haber ha tenido la proeza de legarnos algunos de los personajes más memorables de la historia del celuloide. ¿Quién no recuerda a su joven, impasible e intimidante Padrino? ¿O a su campechano y violento Jack La Motta en “Toro Salvaje”?¿Y quién no se cagó encima cuando reinterpretó al perturbado de Max Cady en “El cabo del miedo”? Sólo hay que verle desplegar toda su artillería actoral para percatarse de que el fabuloso film de Scorsese gravita en torno a él como un planeta masivo en torno a su astro rey.

La primera vez que lo vemos, Bickle – De Niro se nos presenta como un insomne, alguien que ha recurrido al oficio de taxista como alternativa ante una vida caracterizada por la insatisfacción. Esa elección, lejos de tranquilizarlo, aumentará dicha insatisfacción hasta niveles insoportables. La noche es su territorio de actuación y con sus propios ojos observa cómo la delincuencia y la inmoralidad proliferan por todas partes como una espesa, envolvente y pútrida niebla que se ha apoderado por completo de la gran metrópolis, surgiendo con su hedor insoportable de las alcantarillas, los desagües o cualquiera de los orificios que conectan con el submundo metropolitano. Un mundo artificial, eléctrico y retorcidamente sexualizado que nunca duerme y del que los demonios, con sus múltiples formas y máscaras, se han enseñoreado. Entonces conoce a Betsy, que brilla como un faro salvador entre tanta inmundicia, e intentará encontrar en ella un alma gemela. Pero la relación se va a pique cuando Bickle le pide que lo acompañe a la proyección de una película en un cine porno. Bickle parece ajeno al malestar que este hecho causa en ella y no comprende la reacción y el silencio posteriores de Betsy, a la que terminará por calificar de fría y distante como muchos otros. Esta escena es el detonante, el indicio de que Travis no es como los demás, como todos nosotros. ¿O sí que lo es?

TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle 3
Las dos chicas de Travis Bickle, Betsy (Cybill Shepherd) y Iris (Jodie Foster).

Travis parece un tipo peculiarmente sensible al entorno que lo rodea, un tanto retraído, que sólo expresa sus verdaderos deseos e intenciones ante aquellas personas por las que siente un interés especial. Recuérdese cómo recrimina por su inadecuado modo de vida, nada más conocerla, a Iris, la jovencísima prostituta encarnada por una Jodie Foster tan adolescente que tuvo que ser sustituida por su hermana Connie en algunas escenas comprometidas. Travis es alguien que detesta el mundo en el que vive y que desea actuar en consecuencia. Es por eso que toma la determinación de llevar a cabo una cruzada personal, y lo hace convencido de que sólo es posible mediante una vía: la de la aniquilación de todo ente execrable que no se ajuste a su personal visión de las cosas. Travis ha decidido tomarse la justicia por su mano del modo más taxativo que conoce y para ello debe ejercitarse, pertrecharse adecuadamente y someterse a un periodo de iniciación que culmina cuando aparece luciendo una llamativa cresta, símbolo de su conversión y elemento característico de su uniforme de combate.

Antes, en una escena mítica, Travis nos apunta con un revólver, mientras declama el famoso diálogo “You talkin’ to me? You talkin’ to me? Then who the hell else are you talkin’ to?”, dando a entender que la nueva identidad que durante tanto tiempo ha ido gestando en su mente se ha consumado, y que está dispuesto a todo, como atestigua la orgía de sangre en la que desemboca fatalmente la película. Porque sólo la sangre, cantidades ingentes de ella, la suya incluida, podrán purificar toda la virulencia que asola su ciudad.

TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle 4
“¿Seguro que tú no estás tan pirado como yo?”

Al final Travis termina siendo reconocido como el héroe que ha salvado a una joven de las garras de su propia confusión y de las del despreciable y embaucador proxeneta que la prostituía, lo que le ha valido recuperar el interés y el aprecio de su idolatrada Betsy. ¿Y no es eso lo que todos queremos? Arreglar el mundo y quedarnos con la chica o el chico de nuestros sueños.

Los actos de Travis son los actos de alguien que no está en sus cabales. ¿Por qué si no iría por ahí empuñando una magnum 44 y acribillando a todo aquel que no considere digno, para una vez consumada la cruzada intentar quitarse la vida? Sí, de acuerdo, los métodos de Travis son sanguinarios, reprobables, y su visión de la moralidad retorcida e intolerante pero, en esencia, su anhelo ¿no nos recuerda al de personajes como Batman, El Castigador, Harry el Sucio y un cansado etcétera, que tanto admiramos en los cómics y en las pantallas de nuestros cines, grandes órganos de resonancia de los dictámenes mercantilistas? Tipos uniformados que han tomado para sí la misión de limpiar el mundo de todo elemento al que considerar nocivo y que de paso aparentan disfrutar con ello.

Personajes así nos atraen con un magnetismo culpable. Los observamos como si hubiesen surgido de una mente febril y los idolatramos porque una parte de nosotros se identifica con ellos. Porque todos alguna vez, tras ver este film, hemos empuñado un arma inexistente y apuntando en alto, nos hemos dirigido al vacío pronunciando las mismas palabras amenazadoras que Travis Bickle.

TAXI DRIVER: todos queremos ser como Travis Bickle 5
“Are you talkin´ to me?”