Si bebes, no conduzcas… escribe

Si bebes no conducas escribe

«La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia», decía Allan Poe. Y así de ancho respondía para explicar sus peculiaridades.

De toda la vida, hemos relacionado ser un artista con padecer algún tipo de trastorno mental.

Como si estar tarado fuera un billete hacia el éxito seguro y demostrarlo en cada paso, tos o fular al cuello, una cuestión de identidad y hasta de género, el cual también desaparece cuanto más artista eres.

El problema viene cuando un montón de gente rara se respalda en esta afirmación y la dogmatiza y te quieren hacer creer que sus excentricidades son fruto de su talento y lo que los demás tenemos son manías sin gracejo ni denominación de origen que valga.

Si se puede medicar, mola. Sino, sólo eres un tío normal al que a veces le suena la flauta.

La cuestión es: qué fue antes, ¿la gallina o el huevo? Soy raro, porque soy tan talentoso que se me sale por los poros la creatividad o simplemente soy un modernillo, pelín hortera cuyas taras van por el lado de la autoaceptación y no de la psicopatía?

¿Puedo escribir los versos más tristes esta noche, o sudarlos con Ritalín y así darles más porte y más presencia frente al mundo? Si te quieren en casa de pequeño, ¿te están condenando a una vida de calma, oposiciones y vermut los domingos con otros especímenes corrientes como tú?

Es un asunto peliagudo si lo pensamos bien, ya que podemos llegar a edificar una vida de obras, de arte, de creación y de admiración en base a que la abuela fuma. Ni más ni menos.

Y eso, a servidora, le crea ansiedad. Porque si desde pequeña eres rara, estás condenada a tener talento. Y lo que desquicia a los demás, será admirado y copiado.

No puedes tener una coral de voces en la cabeza y no escribir ni un poema ni hacer un dibujo a carboncillo en primaria.

También, sea dicho, la ciencia no niega que estar un poco mal de la olla pueda tener tintes de lucidez creativa, pero lo que es un hecho innegable, es que prácticamente todas las mentes brillantes y fructíferas de nuestra historia, acabaron sus días estando bastante cogidos de la cabeza.

Mary Shelley, autora de Frankenstein, sufría unos ataques de melancolía durísimos y de guarnición, alucinaciones. Lord Byron padecía ciclotimia, esto es, tan pronto te daba un abrazo, como te bloqueaba de Instagram. Ah, y le gustaba aullar.

Sí. Imitaba a los lobos en épocas de crisis existencial.

Virginia Woolf y David Foster, lidiaban con depresiones tan extremas, que terminaron por suicidarse y Baudelaire acabó postrado en una cama tras numerosas crisis nerviosas y neuralgias.

Pero mis favoritos, sin duda, son los que se han estado crujiendo el cerebro a base de anestésicos para el alma. Que ahí tienes ahora a una generación entera metiéndose cada mierda de la nouvelle drug, porque hilan dos palabras un domingo de resaca y se creen que son Bukowski.

Daños colaterales, supongo.

Nuestro amigo Charles, se jactaba de ser un borracho irreverente y carecer de filtro a la hora hasta de respirar. Baudelaire, fumaba hachís mientras escribía, porque sino, le daba el mal de altura y se bloqueaba. Samuel Taylor Coleridge fumaba opio para fluir en sus palabras (yo, humildemente, os recomiendo hacerlo si las queréis entender al leerlas).

Jack Kerouac usaba benzedrinas, recetadas casi a granel y de ahí se puede entender el ritmo tan caótico y a veces cinematográfico de su obra.

Y también que luego no le aguantara ni su madre. Pero con receta, eso también se lo aliviaba.

Supongo que, llegados a éste punto, todo se ha desvirtuado tanto que nunca sabremos si el ser humano creó una sinfonía o una rima perfecta, fruto del peyote o se lo acabó pinchando porque no pudo soportar tanta belleza dentro de sí mismo.

«¿La chica escuchaba música pop porque estaba triste, o estaba triste porque escuchaba música pop?», que rezaba Cusack en High Fidelity, preso de la misma desazón que nos apresa a todos en esos días tontos donde no echan nada en la tele y no te escriben ni para pedirte cuentas. A ti, también te pasa. Pero si no cumples con los requisitos de trayectoria delictiva, consumo de enervantes, desapego doméstico y desarraigo personal, no te metas a escriba.

Y si los cumples, como consejo, soluciónalos.

Tienes demasiados problemas como para pararte a garabatear tus miserias.

Si bebes no conduzcas escribe
Si bebes no conduzcas escribe